jueves, 31 de enero de 2013

Café "Milonga" de Tokio, 1960

Había una cantidad considerable de cafeterías donde se tocaba exclusivamente el tango, por discos de pasta y vinilos, estos todavía muy pocos, o por cinta magnetofónica, en Tokio, después en otras ciudades de Japón, desde la segunda mitad de la década de 1950. Dicen que hubo más o menos 20 de esas cafeterías en Tokio, en el tiempo pico.
Soy de los más nuevos entre los aficioinados de tango en Japón. Después de nosotros, entre las nuevas generaciones japonesas casi no hubo interés por el tango, hasta el reconocimiento universal de Astor Piazzolla. Si es cierto que se seguía escuchando, y bailando, el tango, era la misma gente tanguera de antes. Creo que esto ocurría en la misma cuna del tango, porque en la década de 1960 se dio vuelta la taba a todos los géneros tradicionales de la música del mundo. No puedo ni quiero analizar este asunto aquí.
Voy a escribir sólo lo que yo viví personalmente.
En 1959, yo tenía 18 años y mi familia vivíamos en la ciudad de Kawasaki, que es Avellaneda si Tokio fuera Buenos Aires. Era estudiante de español, pero la universidad era demasiado lejos. Yo bajaba del tren en la mitad del viaje y fui a escuchar el tango en vez de ir a las clases. Total los profesores no sabían enseñarme, que quería conocer lo que decían letras del tango.
Fui a escuchar el tango en la cafetería "Milonga", que estaba, y está, en la zona Jimbocho donde era el centro grande de librerías de viejo. "Milonga" estaba, y está, en un estrecho pasaje (¿cortada?) atrás de la avenida grande.
Yo concurría a esa cafetería más de 200 días por año, sin exagerar, por 3 años o más. Entraba a las 11 de la mañana y estaba hasta las 6, más o menos, frente a una taza de café y un vaso de agua. Hubo noches, muy, pero muy pocas, que tomaba una botella de cerveza. Siempre había uno o dos, tres hombres como yo. Éramos pobres, la distinguida clientela de la "Milonga".
La señorita Aiko, la única camarera, nos amparaba. Ella nos adivinaba los gustos y ponía la música que nos iría a agradar, sin que nosotros la pidiéramos. Conocía, sin consultar la lista ni nada, en qué cinta o disco se encontraba un título, entre dos o tres mil temas. En el tiempo oportuno nos servía el agua . . . Creo que ella después inauguró su propia cafetería de tango "San Telmo", y todavía sigue con esa.
El clima de "Milonga" era muy tranquilo, algo religioso. No había ninguna conversación en la gran mayoría del tiempo que transcurría allá. Sólo se escuchaba el tango. Los clientes, hombres solitarios, con un café, con los ojos cerrados, parecían almas en pena. Creo que yo también.
Una tarde, me encontré con Ikuo Abo ahí. Estábamos sentados en la misma mesa, porque otros lugares estaban ocupados. En general, ahí no se conversaba aunque se comparta una mesa. Pero nosotros entablamos la conversación tímidamente, de a poco. Abo era un poco mayor que yo y era estudiante de una universidad de renombre de Kioto. Y me contaba que estaba aprendiendo a cantar tangos.
Varios meses después nos vimos otra vez. Me dijo que empezaba a cantar profesionalmente.
La tercera vez que lo vi, él estaba cantando en un teatro "Ríe, payaso" con la orquesta Típica Tokio y yo estaba en la platea. (Sobre Ikuo Abo, vea su biografía en http://www.todotango.com/spanish/creadores/iabo.asp)

. . . . . Todavía hay veces que cierro los ojos y me siento envuelto por aquel aire denso de la cafetería "Milonga", horas y horas de puro tango. (La verdad es que muy de vez en cuando se escuchaba Atahualpa Yupanqui, por ejemplo). Y aquellos contertulianos que nunca hablamos. Nos saludábamos sólo con la mirada.

"Milonga" sigue en el mismo lugar, con el interior más grande, casi doble de antes. Rara vez voy allá. Porque no está la señorita Aiko ni la gente que yo no conocía pero conocía.

La foto de abajo es la actual fachada de "Milonga".
Mucho no ha cambiado.
Allá se sigue tocando todo el día tangos casi exclusivamente,
ahora por los discos compactos y vinilos.

  

miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿Cómo fue que el tango me llamó?

Yo soy japonés.
Tenía 15, 16 años, por ahí.
Yo escuchaba la radio todas las noches. La música popular, jazz, blues . . . la norteamericana en fin. Había muy pocas emisoras que pasaban la música.
Un domingo. No había nada. Sólo un programa de media hora del tango, patrocinado por Discos Odeon (de Japón, por supuesto).
Para matar el tiempo, y sintiendo nada más que el ritmo 2 x 4, empecé a escuchar tango.
Otros domingos . . . Sólo por costumbre de escuchar radio, seguía a ese programa. Me conmovió la extraña marcación rítmica de la orquesta Pugliese. Pero todavía el tango no llegó a lo más hondo de mi forastero corazón.
Y un domingo. Se pasaba un disco de Tita Merello. "El choclo" era, que yo no conocía ese tema. (Ni conocía "La cumparsita"). ¡Cosa de brujería! No me podía mover. Esa mujer de voz ronca diciendo o gritando en un idioma que no entiendo ni una palabra, me cautivó totalmente.
Quise saber qué estaba contando ella, qué misterio me emocionó tanto.
Después empecé a estudiar el español . . . o mejor dicho, a descifrar las letras de tango. Y aquí estoy. Yo debo, sin exagerar, toda mi vida, para bien o para mal, a la Sra. Tita Merello.
Años más tarde, visité Buenos Aires acompañando al jefe de la revista "La Música Iberoamericana", Sr. Yoshio Nakanishi, y nos invitaron, por casualidad, a un programa de televisión que Tita tenía.
Tita no conocía nada de antemano. Yo tímidamente le hablé de esto. Ella dijo:
--Es porque atrás de mí estaba el Sr. Enrique Santos Discépolo.
 . . . . .
Yo no sé . . . Para mí fue Tita sola.
De cualquier manera, la interpretación, el arte de Tita es lo que empujó a meterme, y perderme, en el misterio del tango. Y estoy enteramente agradecido.

Tita Merello cantando "El choclo"
en la película "Historia del Tango".
Tuve la oportunidad de ver esta película
varios años después.